lunes, 25 de enero de 2010

El suspicaz comportamiento de EEUU en Haití


Haití, seis días después del terremoto. Fotos: Boston Globe

Entrevista al profesor norteamericano James Petras

Haití: la invasión humanitaria de EEUU

por James Petras*

Un tema realmente grave y está trascendiendo al mundo la actitud asumida por el gobierno de Obama en estas circunstancias porque no hay dos lecturas: Estados Unidos está aprovechando una coyuntura desgraciada para tomar el poder en Haití. Hay bases militares en Curazao, en Colombia, en Panamá, en El Salvador y ahora también tiene una base militar con más de 20 mil tropas y marines que están ocupando Haití bajo el pretexto humanitario.

Las Naciones Unidas con las tropas encabezadas por Brasil pero incluyendo a los uruguayos, han actuado como la guardia de los ricos allá en Haití, protegiendo la política norteamericana.

Comentarios para Radio Centenario del sociólogo norteamericano, Prof. James Petras desde Estados Unidos.

«Lo que es un gran contraste es que los cubanos en las primeras 24 horas han apoyado un hospital médico que está tratando a cientos de pacientes cada día las 24 horas por día. Y la pequeña delegación cubana ha tratado 20 veces más pacientes que todo el equipo norteamericano que sólo ha tratado a 60 pacientes hasta ahora, entre los miles que están heridos»”

Soldado estadounidense en Haití después del terremoto

Chury: Petras, ¿cómo te va?

Petras: Aquí estamos, muy bien, preparando para la entrevista sobre esta acción criminal de las fuerzas norteamericanas que están invadiendo Haití y bloqueando las diferentes expediciones médicas que están tratando de ayudar allá al pueblo que está sufriendo por la catástrofe.

Chury: Un tema realmente grave y está trascendiendo al mundo la actitud asumida por el gobierno de Obama en estas circunstancias porque no hay dos lecturas: Estados Unidos está aprovechando una coyuntura desgraciada para tomar el poder en Haití

Petras: Sí, principalmente una reflexión de la centralidad militar en la política externa norteamericana que no es simplemente en el caso de Afganistán o Irak. No tiene otros medios para intervenir en crisis, siempre mandan las fuerzas militares primero a conseguir el control tanto de las bases militares, el puerto y todos los sistemas de comunicación.

Los franceses y otros países se están quejando fuertemente por el hecho de que sus aviones de ayuda médica no podrían entrar en el aeropuerto. Lo que es un gran contraste es que los cubanos en las primeras 24 horas hay apoyado un hospital médico que está tratando a cientos de pacientes cada día las 24 horas por día. Y la pequeña delegación cubana ha tratado 20 veces más pacientes que todo el equipo norteamericano que sólo ha tratado a 60 pacientes hasta ahora, entre los miles que están heridos.
Y esta intervención militar hay que analizarla porque como no tiene ningunos equipos civiles activos en el exterior, siempre mandan a los militares porque todo el dinero del gobierno está canalizado a la parte militar.

Por eso quedan paralizados cuando tienen que actuar como civiles. Y este militarismo tiene una larga historia. Me imagino que los alumnos de escuelas uruguayas recuerdan la invasión de Montevideo por los marines en 1858. Y deben recordar que la principal fuente de entrenamiento para los militares que han creado esta situación de pobreza en Haití eran entrenados por los marines en 1915 que formó la base del poder de la familia Duvalier, la dictadura de 30 años que terminó en 1986.

Este sistema dictatorial robó todo dinero de la isla, controlaron miles sino miles de millones de dólares que entraban al tesoro y después por fin el pueblo de Haití eligió un gobierno, de Bèrtrand Arìstide, un ex cura, como presidente; un hombre populista, nacionalista, que no quería privatizar los recursos, el sistema de electricidad y telecomunicaciones entonces el Banco Mundial y el Fondo Monetario no permitieron entrar ningún préstamo y eso también perjudicó al país.

Otro asunto es que como consecuencia de lo que pasó con Arístide, con su popularidad y sus programas sociales, el gobierno de Bush tumbó a Arístide con la invasión y el rapto del presidente Arístide que lo derrocó y pusieron un gobierno títere. Y este gobierno títere, conforme con las presiones del gobierno norteamericano y el Fondo Monetario, siguió la misma política favoreciendo a los ricos y a las empresas maquiladoras.

Por eso el país es pobre. Los que hablan de la pobreza en Haití no explican la historia de intervención norteamericana, no explican el apoyo de la dictadura de Duvalier, no hablan de la invasión y rapto del presidente Arístide. Esa es la fuente política de la pobreza. Y un punto más: los ricos se han beneficiado ¿y sabes qué? Las casas en el barrio de los ricos no están tan afectadas por el terremoto, siguen viviendo allá tras de las rejas los grandes ricos.
Por eso los marines entraron a proteger la propiedad de los ricos. Y cualquier pobre, cualquier persona con hambre con niños en la familia que se están muriendo de hambre, que trata de conseguir alguna comida en alguna tienda, ahora tiene que enfrentar a los marines y las balas que ya mataron e hirieron a algunos muertos de hambre protegiendo a los ricos.

Frente a la catástrofe, la primer consideración es proteger los barrios ricos y los almacenes que están vendiendo la comida en el mercado negro

Chury: Parece ser que el terremoto se puso como un servidor de los Estados Unidos para ocupar definitivamente Haití ¿no?

Petras: Sí, pero fíjate la resistencia. Lo que llaman las pandillas, realmente son una mezcla de gente con hambre, son grupos políticos organizados y pandillas, son una mezcla de todo y todo lo que tienen en común es que quieren comer, quieren agua, quieren reconstruir la casa, la casa, quieren encontrar los familiares bajo las piedras caída y no pueden quedarse con los brazos cruzados mientras las patrullas militares pasan buscando muertos y hay gente que grita bajo los edificios y los marines sólo buscan castigar a cualquier muerto de hambre que trata de conseguir una bolsa de harina.

Eso va a detonar un gran levantamiento. Ya tenemos el caso del terremoto en Managua en el año 72 que provocó un levantamiento, tenemos el caso del terremoto en la ciudad de México que detonó una gran organización de barrios y una fuerza popular en todos los barrios populares de México por la falta de atención del gobierno Federal. Hay que ver cuáles son las consecuencias de esta forma criminal de actuar de Estados Unidos. La gente no va a olvidar que cuando tenían hambre y sed los oficiales del gobierno entregaron los puertos y las facilidades a los marines.

Chury: Pero lamentablemente México hoy está siendo más víctima de los EE.UU. que lo que era en el 62.

Petras: Eso es cierto, pero digo que en el momento que la gente tiene que tomar las medidas en sus propias manos. Y la poca solidaridad que existe en Haití es entre los familiares, entre los barrios, las comunidades, los amigos. Hay solidaridad, hay ayuda para tratar de encontrar cadáveres o heridos. Pero es entre el pueblo la solidaridad y la ayuda, no viene de todos estos oficiales, ONG, funcionarios de ayuda que están organizando reuniones y pasando papeles más que redistribuir comida.

La Cruz Roja sólo ha dado 80 mil paquetes de comida. Fíjate que en un país de millones, 80 mil es una gota en el mar. A pesar que han recibido más de 500 millones de dólares, ¿dónde va ese dinero, a qué bolsillos va? ¡Los grandes robos y estafas! Simplemente anuncian que va tanto dinero a Haití, pero no dicen a qué manos va a pasar este dinero. Si pasan 500 millones, hasta que llegue al pueblo en los barrios yo creo que van a ser menos de 50 millones.

Chury: ¿Qué pasa con las Naciones Unidas y Banki Moon?

Petras: Bueno, las Naciones Unidas con las tropas encabezadas por Brasil pero incluyendo a los uruguayos, han actuado como la guardia de los ricos allá protegiendo la política norteamericana y ahora que el terremoto tumbó el edificio de Naciones Unidas no sé cuántos soldados de qué países han muerto. Pero la pregunta es ¿qué están haciendo estas tropas durante tantos años?

Porque entraron al país cuando Estados Unidos derrocó al presidente elegido Arístide y desde ahí en adelante sirven como una guardia represora de cualquier movimiento constitucionalista que trata de restaurar en el gobierno al presidente Arístide.

Ahora mismo están volviendo a esta función. Los soldados de Naciones Unidas no han hecho nada para alimentar al pueblo y encontrar cadáveres; sólo sirven para circular en los barrios populares tirando balas contra cualquier persona o grupos de personas que buscan comida entrando a algunas tiendas que quedan. Pero ayuda humanitaria, olvídalo.

Chury: Petras, Estados Unidos ha conseguido un nuevo lugar para quedarse con sus fuerzas militares ¿no?

Petras: Sí, por razones de agresión contra Cuba y contra Venezuela. Esa es la razón estratégica. Tienen bases militares en Curazao, en Colombia, en Panamá, en El Salvador y ahora también tiene una base militar con más de 20 mil tropas y marines que están ocupando Haití bajo el pretexto humanitario.

No hay que olvidar que utilizaron el pretexto de intervención humanitaria para establecer bases militares en Kosovo y con la quiebra de Yugoslavia aprovecharon para intervenir, quebrar el país y conseguir un pedazo de territorio en la parte separatista de Kosovo. Eso de ayuda humanitaria es un viejo canto porque con los militares no es humanitaria, es militarista, es imperialista.

Chury: Dejamos por un momento esto estupendamente tratado por tí, pero quería preguntarte tu opinión sobre el resultado final que se produjo en las elecciones de Chile.

Petras: Eso hay que ver qué pasó. Yo creo que los diarios hablan de la popularidad de Bachelet pero la realidad es que la figura de Bachelet es una cosa y la política de concertación y su gobierno son otra cosa, porque en realidad las desigualdades en Chile han crecido de una forma muy profunda entre los millonarios y los pobres. Y el derechista Piñera ha utilizado esta brecha para castigar al gobierno. Mucha gente pobre votó para castigar la concertación por el descuido de las reivindicaciones populares.

Hablan de la reducción de pobreza pero pasar de la miseria hacia la pobreza no es un gran salto cuando ves automóviles Jaguar y Mercedes Benz pasando frente a las casas pobres yendo hacia el barrio alto. Las desigualdades son muy profundas en Chile y la arrogancia en las clases altas y clase media alta es un factor emotivo también en Chile. Los intelectuales chilenos pretenden que son algo especial los chilenos. Hablan de que «nosotros somos europeos» y se olvidan que el 50 % de la población tiene descendencia de mapuches.

El abuso de los pobres en Chile es brutal; la represión de huelgas, el asesinato y encarcelamiento por las protestas indígenas, están entre los más brutales en todo el continente. Y lo que hay que ver en Chile es las enormes reservas económicas que los gobiernos han acumulado, mientras hay desinversión en educación, desinversión en pensiones, desinversión en el tratamiento familiar porque hay clínicas pero mal financiadas con colas y esperas para mucha gente.

Hay que contrarrestar eso con el discurso oficial que dice que Chile es próspero, que Chile es estable entonces hay un enorme contraste, una provocación entre las condiciones populares y el discurso eufórico del gobierno. Creo que estos factores políticos, sociales y psicológicos han costado bastante al gobierno. La gente debe reconocer que Chile no es un paraíso para los pobres. Ahora, por falta de una alternativa más a la izquierda, la gente votaron a la derecha -por la concertación- o no votaron.

Y vemos que la derecha dura vuelve al poder pero con un condicionamiento porque el nuevo elegido dice que va a continuar la política de los socialistas y democristianos. Las diferencias en la política económica son mínimas. Y sobre la posibilidad de privatizar la única empresa minera importante de cobre que queda, sobre eso sí hay diferencia.

Pero de fondo la política neoliberal que el gobierno anterior practicaba va a continuar y por eso las sonrisas y abrazos entre Bachelet y Piñera se entienden entre sí por eso tocan bombos y platillos porque el hecho es que las clases dominantes se sienten tan seguras con el nuevo gobierno como con el viejo. Y yo conozco varios empresarios en Chile que financiaron a ambos candidatos y cuando les preguntaban decían mire, para nosotros son iguales, estamos comprando seguros. Si uno o el otro gana terminamos igual.

Chury: Petras, se nos ha terminado el tiempo. Simplemente te quiero agradecer muchísimo la precisión de tus comentarios. El martes próximo estaremos en contacto nuevamente.

Petras: Una cosa más Chury: si pueden enviarme las transcripciones de la semana pasada y de esta. Y otra cosa: los medios están pidiendo al público canalizar dinero para Haití. Yo digo que hay muchos estafadores manejando estos fondos, muchas instituciones poco eficaces. Yo tengo toda la solidaridad con el pueblo de Haití y quiero que todos canalicemos el máximo. Pero ojo: cualquier dinero o ayuda se canaliza a partir de instituciones no oficiales porque si no la burocracia va a comerse el 80% de estas donaciones y contribuciones.

Si alguna misión por ejemplo de organización popular puede llevar por mano la ayuda, el grano, la comida o lo que sea, y que se pueda controlar la contribución directamente al pueblo y no pase por una docena de bolsillos, es una forma de canalizar la ayuda y no simplemente mandarla por las fuentes oficiales, que como decíamos antes, van a comer la gran parte de esta ayuda humanitaria.

Chury: Está perfecto Petras. Te mando un gran abrazo.

Petras: Un abrazo, chau.

*James Petras, es profesor emérito de sociología en la universidad de Binghmaton, New York. Intelectual emblemático de la izquierda estadounidense, es autor de numerosas obras.

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lunes, 4 de enero de 2010

Michael Moore: cine comprometido

Mark Weisbrot *
The Guardian

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


El cineasta Michael Moore estrena este 8 de enero en Europa su nuevo documental Capitalismo: Una historia de amor, un film de 126 minutos en el que intenta analizar el desastroso impacto que el dominio de las corporaciones tiene sobre la vida cotidiana de los estadounidenses, y, por consiguiente, también sobre el resto del mundo. “¿Cuál es el precio que paga Estados Unidos por su amor al capitalismo?”, esa es la pregunta principal de esta nueva e interesantisima propuesta de Moore.


Cuando encontré por primera vez a Michael Moore hace más de 20 años, estaba proyectando un documental, que aún estaba a medias, a algunas docenas de personas en una sala de clases en Ann Arbor, Michigan. Era divertido y mordaz e incluía un poderoso mensaje. Había tomado una segunda hipoteca sobre su casa -el equipo para la producción de cine era mucho más caro entonces- y consiguió un poco de dinero de gente del lugar que compartía sus ideas para una empresa de largometraje. A todos nos encantó lo que nos mostró, pero pensamos que tendría suerte si unos miles de personas llegaban a verlo.

Pero la cinta, Roger y yo, sobre la irracionalidad y el coste humano de la destrucción de la industria automotora de EEUU, fue un exitazo y Moore iba camino de convertirse en el documentalista más influyente de EEUU. Veinte años después, ha producido su obra más radical, saludada con un entusiasmo delirante cuando la vi en el festival más antiguo de cine del mundo en Venecia.

Como dice el viejo refrán, o culpas a la víctima o culpas al sistema. Moore hace un llamado a culpar al sistema, a lo grande.

Uno sabe que una película va a ser subversiva si comienza con secuencias que muestran a verdaderos asaltantes de bancos -filmados por cámaras de seguridad en medio del atraco armado- agarrando su botín con Louie Louie de Iggy Pop (una versión especial para la cinta) retumbando como fondo musical. La equivalencia moral con los titanes de la industria financiera, y sus protectores políticos, está a la vuelta de la esquina.

Capitalismo: una historia de amor no acosa sólo el lado oculto de la economía estadounidense, aunque es capturado limpiamente en las escenas de “buitres de condominio” que se alimentan con el colapso de la vivienda en Florida, junto con las corporaciones (incluidas Wal Mart y Amegy Bank) que compran pólizas de seguros para sus empleados y cobran en grande cuando mueren jóvenes. Esos macabros derivados llevan el encantador nombre de seguros “de campesinos muertos” -que lo dice todo, realmente.

Pero Moore tiene objetivos mayores en su mira: cuestiona si toda la estructura de incentivos, los valores morales y la economía política del capitalismo estadounidense es apropiada para seres humanos. Aunque esto no parecerá tan radical en Europa, donde la mayoría de los países ha tenido gobiernos en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial que por lo menos se llamaban socialistas, o en la mayor parte del mundo en desarrollo, donde las ideas socialistas tienen un atractivo popular, es bastante inaudito en el caso de algo que puede llegar a una audiencia de masas en EEUU.

Pero no hay que ser revolucionario para apreciar la cinta. Por cierto, puede ser vista como un tratado socialdemócrata, con la “segunda declaración de derechos” propuesta por Franklin Roosevelt -una “declaración de derechos económica” que incluía un trabajo con un salario que permita vivir, vivienda, atención sanitaria y educación- como su programa de reforma. Muestra a Roosevelt en 1944 proponiendo su programa ahora olvidado.

Como en sus películas anteriores, Moore combina el dolor y la tragedia de las víctimas -gente que pierde sus casas y puestos de trabajo- con comedia hilarante, fragmentos caricaturescos de cintas de los años cincuenta, y testimonios sobrios cuando son necesarios. Y hay victorias también -como cuando los trabajadores ocupan su fábrica en Chicago para conquistar la paga que se les debe.

Como economista que opera en el mundo de los think-tank, tengo que apreciar este trabajo. Da en el clavo en la historia económica. ¿Cómo fue posible que el padre de Michael Moore haya podido comprar una casa y criar una familia con el ingreso de un trabajador en la industria automotora, y a pesar de ello tener una pensión para su jubilación? ¿Y que esto no sea posible en la economía mucho más productiva de la actualidad? La respuesta no es complicada: en la primera mitad de la era de la posguerra, los empleados compartían los beneficios del crecimiento de la productividad; desde 1973, la mayoría tiene dificultades para lograr algo parecido. (El aumento de la productividad también se ha ralentizado.) Moore también explica los cambios estructurales, como el desmantelamiento por Ronald Reagan de los sindicatos y de las relaciones laborales al nivel del Siglo XIX, que ayudó a producir la más masiva redistribución hacia arriba de los ingresos en la historia de EEUU. (Moore incluso muestra gráficos y planillas para respaldar con datos los principales puntos.)

Desde un punto de vista económico, lo único que falta es un vistazo a las burbujas del mercado bursátil y de la vivienda de la última década. La actual recesión, como la anterior, fue causada primordialmente por el colapso de una inmensa burbuja de activos -una burbuja de la vivienda de 8 billones de dólares, y una burbuja de un tamaño semejante en el mercado bursátil en 2000-2002. Es algo que la mayoría de los medios no han comprendido realmente. Las burbujas de activos son tan viejas como el capitalismo, y ya que ésta es una película sobre el capitalismo y la actual Gran Recesión, hubiera sido bueno ver algo al respecto en ella. Pero no puedo culpar demasiado a Moore por no considerar algo que la mayor parte de los economistas y de la prensa pasaron por alto -y que todavía no mencionan-. Es una película, no un libro de texto.

Moore también obtiene mi voto por haberse informado bien sobre los hechos y las cifras. Vale la pena subrayarlo porque el último documental de Moore, Sicko -que tuvo bastante cuidado con los hechos- recibió ataques de CNN y una campaña de calumnias de la industria aseguradora. Ambas trataron -infructuosamente- de impugnar su exactitud. Un ex vicepresidente de comunicaciones corporativas de una compañía de seguros de salud, y autor de varios memorandos en los que trató de desacreditar Sicko, admitió recientemente en directo a Bill Moyers que Moore “dio en el clavo con su película.”

La nueva historia de amor también apunta a los mandamases que posibilitaron nuestra actual Gran Recesión:

Alan Greenspan, Robert Rubin, y Larry Summers (los tres presentados con aire satisfecho en esa portada de Time de 1999 del “comité para Salvar el mundo”), y Tim Geithner. Rubin, quien vino de Goldman Sachs, ayudó a desregular la industria financiera y se enriqueció en Citibank con los resultados. Larry Summers, quien vino del mundo académico, también ganó millones con el casino desregulado, garantizado por el gobierno, que ayudó a formar cuando él (como Rubin) fue secretario del tesoro del presidente Clinton. Es un salón de la fama bipartidista, que rastrea los estragos causados por una industria financiera floreciente, parasítica, y con cada vez más poder político, durante las presidencias de Reagan, Bush I, Clinton, y Bush II.

En un contraste reconfortante con la era de la codicia, vemos a Jonas Salk, el hombre que descubrió la vacuna contra la polio en 1955, que salvó a millones de la enfermedad discapacitante y a menudo fatal y se negó a enriquecerse con su trabajo con los derechos de patente. Sólo quería que estuviera lo más disponible que fuera posible. “¿Podéis patentar el sol?” pregunta. Y el obispo católico de Detroit, cuando se le pregunta qué pensaría Jesús del capitalismo, responde que Jesús se negaría a participar en un sistema semejante. Todo forma parte del plan de Moore de hacer que los valores socialistas democráticos sean tan estadounidenses como la tarta de manzanas. Lo que es difícil, pero si alguien puede hacerlo, es un muchacho del corazón de EEUU, del medio oeste, el tipo del que Garrison Keillor escribe cuando dice que son “los tontos que se sientan sobre la tarima, y los inteligentes que se sientan a oscuras, cerca de las salidas.” Como hijo de un trabajador de la industria automotora en Flint, Moore no olvida de qué lado está. Veinte años después, no parece haber sido cambiado mucho por la fama y el éxito.

La última película de Moore fue una devastadora acusación contra el sistema de atención sanitaria de EEUU, una excelente introducción a la batalla por la reforma del sistema. Ésta podría ser un preludio para la cólera y la desilusión que sólo comienzan a aparecer.

La Oficina Presupuestaria del Congreso extrapola que la tasa oficial de desempleo permanecerá cerca de un 10% durante el próximo año. Si sumamos a los empleados a tiempo parcial (involuntario), a los marginados de la fuerza laboral y a otros cesantes no incluidos, llegamos a una cifra que es de casi el doble. Incluso si la economía se recuperara pronto, el problema no se solucionará durante bastante tiempo. La película tendrá una audiencia dispuesta, en EEUU y por doquier.

*Es co-director del Centro para la Investigación Económica y Política, en Washington, D.C. Weisbrot es co-autor junto con Dean Baker, de “Seguridad Social: la falsa crisis” (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigaciones acerca de política económica. Es también presidente de Just Foreign Policy.

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