martes, 22 de diciembre de 2009

Cómo salvar el planeta, según el presidente Chávez



















XV Conferencia Internacional de la Organización de Naciones Unidas sobre Cambio Climático
Copenhague, Reino de Dinamarca
Miércoles, 16 de diciembre de 2009

Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez
Señor Presidente, señores, señoras, excelencias, amigas y amigos, les prometo que no voy a hablar más del que más ha hablado esta tarde aquí, permítanme un comentario inicial que hubiera querido hacer como parte del punto previo que fue ejercido por la delegación de Brasil, de China, de India, Bolivia, nosotros estábamos allá pidiendo la palabra pero, no fue posible tomarla. Dijo la representante Bolivia, mi saludo por cierto al compañero Presidente Evo Morales quien está por allí, Presidente de la República de Bolivia.
Asistentes [Aplausos].
Ella dijo entre otras cosas lo siguiente, tomé nota por aquí, dijo: el texto presentado no es democrático, no es inclusivo.
Yo venía llegando apenas y nos estábamos sentando cuando oímos a la Presidenta de la sesión anterior, la Ministra, decir que venía un documento por ahí, pero que nadie conoce, yo he preguntado por el documento, aún no lo tenemos, creo que nadie sabe de ese documento top secret.
Ahora ciertamente, la camarada boliviana lo dijo, no es democrático, no es inclusivo, ahora señoras, señores:
¿Acaso no es esa precisamente la realidad de este mundo?
¿Acaso estamos en un mundo democrático? ¿Acaso el sistema mundial es inclusivo?
¿Podemos esperar algo democrático, inclusivo del sistema mundial actual?
Lo que vivimos en este planeta es una dictadura imperial, y desde aquí la seguimos denunciando ¡Abajo la dictadura imperial! ¡Y que vivan los pueblos y la democracia y la igualdad en este planeta!
Asistentes [Aplausos].
Y esto que aquí vemos es reflejo de ello: exclusión.
Hay un grupo de países que se creen superiores a nosotros los del sur, a nosotros el tercer mundo, a nosotros los subdesarrollados, o como dice el gran amigo Eduardo Galeano: nosotros lo países arrollados como por un tren que nos arrolló en la historia.
Así que no nos extrañemos pues de esto, no nos extrañemos, no hay democracia en el mundo y aquí estamos una vez más ante una poderosa evidencia de la dictadura imperial mundial. Luego aquí subieron dos jóvenes, afortunadamente los agentes del orden han sido decentes, algún empujón por ahí, y ellos colaboraron ¿no? Allá afuera hay mucha gente ¿saben? Claro, no caben en este salón, mucha gente; he leído por prensa que hubo algunos detenidos, algunas protestas intensas, ahí en las calles de Copenhague, y quiero saludar a toda esa gente que esta allá afuera, la mayor parte de ella jóvenes.
Asistentes [Aplausos].
Claro son jóvenes preocupados, creo que con razón mucho más que nosotros por el futuro del mundo; nosotros tenemos -la mayoría de los que estamos aquí- ya el sol a la espalda, ellos tienen el sol al frente y están muy preocupados.
Uno pudiera decir señor Presidente que un fantasma recorre Copenhague, parafraseando a Carlos Marx, el gran Carlos Marx, un fantasma recorre las calles de Copenhague, y creo que ese fantasma anda en silencio por esta sala, por ahí anda, entre nosotros, se mete por los pasillos, sale por debajo, sube, ese fantasma es un fantasma espantoso casi nadie quiere nombrarlo: el capitalismo es el fantasma, casi nadie quiere nombrarlo.
Asistentes [Aplausos].
Es el capitalismo, ahí rugen los pueblos, allá afuera se oyen.
Yo venía leyendo algunas consignas que hay en las calles pintadas, y yo creo que esas consignas de estos jóvenes, algunas de ellas la oí cuando iba el joven allá y la joven, hay dos de las que tomé nota. Se oyen entre otras dos poderosas consignas. Una: No cambien el clima, cambien el sistema.
Asistentes [aplausos].
Y yo la tomo para nosotros.
No cambiemos el clima ¡Cambiemos el sistema!
Y en consecuencia comenzaremos a salvar el planeta. El capitalismo, el modelo de desarrollo destructivo está acabando con la vida, amenaza con acabar definitivamente con la especie humana.
Y el otro lema llama a la reflexión. Muy a tono con la crisis bancaria que recorrió al mundo y todavía lo golpea, y la forma cómo los países del norte rico auxiliaron a los banqueros y a los grandes bancos, sólo Estados Unidos, bueno, se perdió la cifra, es astronómica; para salvar bancos. Dicen en las calles lo siguiente: Si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado.
Asistentes [aplausos].
Y creo que es verdad. Si el clima fuera un banco capitalista de los más grandes, ya lo habrían salvado los gobiernos ricos.
Creo que Obama no ha llegado, recibió el Premio Nóbel de la Paz casi el mismo día que mandaba 30 mil soldados más a matar inocentes en Afganistán, y viene ahora a presentarse aquí con el Premio Nóbel de la Paz, el Presidente de los Estados Unidos.
Pero Estados Unidos tiene la maquinita de hacer billetes, de hacer dólares, y ha salvado, bueno creen haber salvado los bancos y el sistema capitalista.
Bien, esto, comentario al margen, que yo quería hacerlo allá, estábamos levantando la mano para acompañar a Brasil, a India, a Bolivia, a China, en su interesante posición que Venezuela comparte y los países de la Alianza Bolivariana, con firmeza; pero bueno, no nos dieron la palabra, así que no me cuente estos minutos por favor Presidente.
Asistentes [aplausos].
Fíjense, por ahí conocí, tuve el gusto de conocer a este escritor francés Hervé Kempf, recomiendo este libro, lo recomiendo, se consigue en español -por ahí está Hervé- también en francés, en inglés seguramente, Cómo los ricos destruyen el planeta. Hervé Kempf: Cómo los ricos destruyen el planeta. Por eso fue que Cristo lo dijo: Más fácil será que un camello entre por el ojo de una aguja, a que un rico entre al Reino de los cielos. Eso lo dijo Cristo nuestro señor.
Asistentes [aplausos].
Los ricos están destruyendo el planeta.
¿Será que piensan irse para otro cuando destruyan este?
¿Tendrán planes para irse a otro planeta?
Hasta ahora no se ve ninguno en el horizonte de la galaxia.
Apenas este libro me ha llegado, me lo ha regalado Ignacio Ramonet que está por ahí también en esta sala; y terminando el prólogo o el preámbulo esta frase es muy importante, dice Kempf lo siguiente, leo: "No podremos reducir el consumo material a nivel global si no hacemos que los poderosos bajen varios escalones, y si no combatimos la desigualdad. Es necesario que al principio ecologista tan útil a la hora de tomar conciencia, pensar globalmente y actuar localmente, le sumemos el principio que impone la situación: consumir menos y repartir mejor". Creo que es un buen consejo que nos da este escritor francés Hervé Kempf.
Asistentes [aplausos].
Ahora bien señor Presidente, el cambio climático es sin duda el problema ambiental más devastador del presente siglo, inundaciones, sequías, tormentas severas, huracanes, deshielos, ascenso del nivel medio del mar, acidificación de los océanos y olas de calor, todo eso agudiza el impacto de las crisis globales que nos azotan.
La actual actividad humana supera los umbrales de la sostenibilidad, poniendo en peligro la vida en el planeta, pero también en ello somos profundamente desiguales.
Quiero recodarlo: los 500 millones de personas más ricas, 500 millones, esto es el siete por ciento, siete por ciento, seven por ciento de la población mundial. Ese siete por ciento es responsable, esos quinientos millones de personas más ricas son responsables del cincuenta por ciento de las emisiones contaminantes, mientras que el 50 por ciento más pobre es responsable de sólo siete por ciento de las emisiones contaminantes. Por eso a mí me llama la atención, es un poco extraño, llamar aquí a Estados Unidos y a China al mismo nivel. Estados Unidos tiene apenas, bueno, que, llegará si acaso a 300 millones de habitantes.
China tiene casi 5 veces más población que Estados Unidos.
Estados Unidos consume más de 20 millones de barriles diarios de petróleo, China llega apenas a 5, 6 millones de barriles diarios, no se puede pedir lo mismo a Estados Unidos y a China.
He allí temas que hay que discutir, ojalá pudiéramos los Jefes de Estado y de Gobierno sentarnos a discutir de verdad, verdad sobre estos temas.
Luego señor Presidente, el 60 por ciento de los ecosistemas del planeta están dañados, el 20 por ciento de la corteza terrestre está degradada; hemos sido testigos impasibles de la deforestación, la conversión de tierras, la desertificación, las alteraciones de los sistemas de agua dulce, la sobreexplotació n de los recursos marinos, la contaminación y la pérdida de la diversidad biológica.
La utilización exacerbada de la tierra sobrepasa en un 30 por ciento la capacidad para regenerarla. El planeta está perdiendo lo que llaman los técnicos la capacidad para autorregularse, eso lo está perdiendo el Planeta, cada día se liberan más desechos de los que pueden ser procesados. La supervivencia de nuestra especie martilla en la conciencia de la humanidad. A pesar de la urgencia, han transcurrido dos años de negociaciones para concluir un segundo período de compromiso bajo el Protocolo de Kyoto, y asistimos a esta cita sin un acuerdo real y significativo.
Y por cierto, acerca del texto que viene de la nada, como algunos lo calificaron, el representante chino, Venezuela dice, y los países del ALBA decimos, la Alianza Bolivariana que nosotros no aceptamos, desde ya lo decimos, ningún otro texto que no sea el que venga de los grupos de trabajo del Protocolo de Kyoto y de la Convención, son los textos legítimos que se han estado discutiendo con tanta intensidad en estos años.
Asistentes [aplausos].
Y en estas últimas horas, creo que ustedes no han dormido, además de que no han almorzado, no han dormido. No me parece lógico que salga ahora un documento de la nada, como dicen ustedes.
El objetivo científicamente sustentado de reducir la emisión de gases contaminantes y lograr un convenio de cooperación a largo plazo a todas luces, hoy a esta hora, parece haber fracasado, por ahora.
La razón ¿Cuál es? No tenemos duda.
La razón es la actitud irresponsable y la falta de voluntad política de las naciones más poderosas del planeta, nadie se sienta ofendido, recurro al gran José Gervasio Artigas cuando dijo: "Con la verdad ni ofendo ni temo". Pero en verdad es una actitud irresponsable de marchas, de contramarchas, de exclusión, de un manejo elitesco, de un problema que es de todos y que sólo podremos resolver todos.
El conservadurismo político y el egoísmo de los grandes consumidores, de los países más ricos denotan una alta insensibilidad y falta de solidaridad con los más pobres, con los hambrientos, con los más vulnerables a las enfermedades, a los desastres naturales, señor Presidente, es imprescindible un nuevo y único acuerdo aplicable a partes absolutamente desiguales, por la magnitud de sus contribuciones y capacidades económicas, financieras y tecnológicas y que esté basado en el respeto irrestricto a los principios contenidos en la Convención.
Los países desarrollados deberían establecer compromisos vinculantes, claros y concretos en la disminución sustancial de sus emisiones y asumir obligaciones de asistencia financiera y tecnológica a los países pobres para hacer frente a los peligros destructivos del cambio climático. En tal sentido la singularidad de los estados insulares y de los países menos desarrollados, debería ser plenamente reconocida.
Señor Presidente el cambio climático no es el único problema que afecta hoy a la humanidad, otros flagelos e injusticias nos acechan, la brecha que separa los países ricos y pobres no ha dejado de crecer, a pesar de todos los objetivos del milenio, la cumbre de financiamiento de Monterrey, todas esas cumbres como decía aquí el Presidente de Senegal denunciando una gran verdad, promesas y promesas incumplidas y el mundo sigue su marcha destructiva.
El ingreso total de los 500 individuos más ricos del mundo es superior al ingreso de los 416 millones de personas más pobres, los 2 mil 800 millones de personas que viven en la pobreza, con menos de 2 dólares al día y que representan el 40 por ciento de la población global obtiene sólo el 5 por ciento del ingreso mundial.
Hoy mueren al año unos 9,2 millones de niños antes de alcanzar el quinto año de vida y el 99,9 por ciento de estas muertes ocurren en los países más pobres.
La mortalidad infantil es de 47 muertes por mil nacidos vivos, pero es de sólo 5 por cada mil en los países ricos. La esperanza de vida en el planeta es de 67 años, en los países ricos es de 79, mientras en algunas naciones pobres es de sólo 40 años.
Adicionalmente existen mil cien millones de habitantes sin acceso al agua potable, 2 mil 600 millones sin servicio de saneamiento, más de 800 millones de analfabetos y mil veinte millones de personas hambrientas, ese es el escenario del mundo.
Ahora la causa ¿cuál es la causa?
Hablemos de la causa, no evadamos responsabilidades, no evadamos la profundidad de este problema, la causa sin duda, vuelvo al tema de todo este desastroso panorama es el sistema metabólico destructivo del capital y su modelo encarnado: el capitalismo.
Aquí hay una cita que quiero leerles brevemente de ese gran teólogo de la liberación Leonardo Boff, como sabemos brasileño, nuestro americano. Leonardo Boff dice sobre este tema lo siguiente:
¿Cuál es la causa? Ah, la causa es el sueño de buscar la felicidad a través de la acumulación material y del progreso sin fin, usando para eso la ciencia y la técnica con las cuales se puede explotar de forma ilimitada todos los recursos de la tierra; y cita por aquí a Charles Darwin y su "Selección natural" la sobrevivencia de los más fuertes, pero sabemos que los más fuertes sobreviven sobre la ceniza de los más débiles.
Juan Jacobo Rousseau siempre hay que recordarlo decía aquello: entre el fuerte y el débil la libertad oprime. Por eso es que el imperio habla de libertad, es la libertad para oprimir, para invadir, para asesinar, para aniquilar, para explotar, esa es su libertad y Rousseau agrega la frase salvadora: sólo la ley libera.
Hay algunos países que están jugando a que aquí no haya documento, porque precisamente no quieren una ley, no quieren una norma, porque la inexistencia de esa norma les permite jugar su libertad explotadora, su libertad arrolladora.
Hagamos un esfuerzo y presionemos aquí y en las calles para que aquí salga un compromiso, salga un documento que comprometa a los países más poderosos de la tierra.
Asistentes [Aplausos]
Bueno se pregunta Presidente Leonardo Boff ¿Usted le ha conocido a Boff? No sé si pudo venir Leonardo, yo le conocí hace poco en Paraguay, siempre lo hemos leído.
¿Puede una tierra finita soportar un proyecto infinito? La tesis del capitalismo, el desarrollismo infinito es un modelo destructivo, aceptémoslo.
Luego nos pregunta Boff: ¿qué podríamos esperar de Copenhague? Apenas esta sencilla confesión: así como estamos no podemos continuar, y un propósito simple, vamos a cambiar de rumbo, hagámoslo, pero sin cinismo, sin mentira, sin dobles agendas, sin documentos salidos de la nada, con la verdad por delante.
Hasta cuándo nos preguntamos desde Venezuela señor Presidente, señoras, señores, hasta cuándo vamos a permitir tales injusticias y desigualdades; hasta cuándo vamos a tolerar el actual orden económico internacional y los mecanismos de mercado vigente; hasta cuándo vamos a permitir que grandes epidemias como el VIH SIDA arrasen con poblaciones enteras; hasta cuándo vamos a permitir que los hambrientos no puedan alimentarse, ni alimentar a sus propios hijos; hasta cuándo vamos a permitir que sigan muriendo millones de niños por enfermedades curables; hasta cuándo vamos a permitir conflictos armados que masacran a millones de seres humanos inocentes, con el fin de apropiarse los poderosos de los recursos de otros pueblos.
Cesen las agresiones y las guerras pedimos los pueblos del mundo a los imperios, a los que pretenden seguir dominando el mundo y explotándonos.
No más bases militares imperiales, ni golpes de Estado, construyamos un orden económico y social más justo y equitativo, erradiquemos la pobreza, detengamos de inmediato los altos niveles de emisión, frenemos el deterioro ambiental y evitemos la gran catástrofe del cambio climático, integrémonos en el noble objetivo de ser todos más libres y solidarios.
Señor Presidente, hace casi dos siglos un venezolano universal, libertador de naciones y precursor de conciencias dejó para la posteridad un apotegma pleno de voluntad: "Si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca..." Era Simón Bolívar el Libertador.
Desde la Venezuela Bolivariana, donde un día como hoy por cierto hace diez años, diez años exactos vivimos la tragedia climática más grande de nuestra historia: la tragedia de Vargas así llamada, desde esa Venezuela cuya Revolución intenta conquistar la justicia para todo su pueblo.
Sólo posible por el camino del socialismo, el socialismo, el otro fantasma del que hablaba Carlos Marx, ese anda por ahí también, más bien es como un contra fantasma, el socialismo, ese es el rumbo, ese es el rumbo para la salvación del planeta, no tengo yo la menor duda, y el capitalismo es el camino del infierno, a la destrucción del mundo. El socialismo, desde esa Venezuela que enfrenta por ello las amenazas del imperio norteamericano.
Desde los países que conformamos el ALBA, la Alianza Bolivariana exhortamos, yo quiero con respeto, pero desde mi alma exhortar a nombre de muchos en este planeta, exhortamos a los gobiernos y a los pueblos de la Tierra, parafraseando a Simón Bolívar, El Libertador; si la naturaleza destructiva del capitalismo se opone, pues luchemos contra ella y hagamos que nos obedezca, no esperemos de brazos cruzados la muerte de la humanidad.
La historia nos llama a la unión y a la lucha.
Si el capitalismo se resiste, nosotros estamos obligados a dar la batalla contra el capitalismo y abrir los caminos de la salvación de la especie humana, nos toca a nosotros, levantando las banderas de Cristo, de Mahoma, de la igualdad, del amor, de la justicia, del humanismo, del verdadero y más profundo humanismo. Si no lo hiciéramos, la más maravillosa creación del universo: el ser humano, desaparecerá, desaparecerá.
Este planeta tiene miles de millones de años, y vivió este planeta miles de millones de años sin nosotros la especie humana, es decir, no le hacemos falta nosotros para que él exista. Ahora, nosotros sin la Tierra no vivimos, y estamos destrozando la Pachamama, como dice Evo, como dicen nuestros hermanos aborígenes de Suramérica.
Finalmente señor Presidente ya para terminar, oigamos a Fidel Castro cuando dijo: Una especie está en peligro de extinción, el hombre.
Oigamos a Rosa Luxemburgo cuando dijo: Socialismo o barbarie.
Oigamos a Cristo el redentor cuando dijo: Bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de los cielos.
Señor Presidente, señoras y señores seamos capaces de hacer de esta Tierra no la tumba de la humanidad, hagamos de esta Tierra un cielo, un cielo de vida, de paz, y de paz de hermandad para toda la humanidad, para la especie humana.
Señor Presidente, señoras y señores muchísimas gracias y buen provecho.
Asistentes [aplausos]

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Érase una vez un mundo bajo el control del Pato Donald y Mickey Mouse...



El superatón tiene por misión exportar
la democracia y la libertad por el mundo



Mentiras asesinas

por Carlos Tena



Desde los tiempos de Felipe González, no he conocido una actuación política más falsa, rastrera, pusilánime y estúpida, que la que ha presidido el primer año del mandatario Barak Obama, jaleado hasta decir basta por incautos de mente corta y realismo nada mágico, desde Bruce Springsteen a Zapatero, pasando por un enorme número de inocentes yanquis, educados en los cuentos de gnomos y hadas, de Walt Disney o George W. Bush.


No quiere vivir por más tiempo en el mundo de Walt Disney

En 1983, aquel sevillano había prometido a la población un trabajo digno, que pudiera imaginarse a sí mismo como cualquier ciudadano europeo; contar con medios de comunicación públicos e independientes; combatir por lo público antes que por lo privado, o esgrimir aquel falso NO de entrada a la OTAN. Al cabo de tres meses de mandato, una vez que se postrara de hinojos ante el Borbón, todo lo anunciado se había convertido en una monumental mentira. Pero el rostro del ex falangista y abogado laboralista seguía luciendo su famosa y estúpida risotada, exacta a la que exhibió el genocida José María Aznar, mientras veía morir a miles de iraquíes, aniquilados por las bombas y balas del ejército de mercenarios de los EEUU de Norteamérica.

Tras conocerse las patrañas y falsedades que urdió todo el gobierno presidido por Bush II, cuando no se hallaba ni rastro alguno de las mil veces mentadas armas de destrucción masiva en poder de Sadam Hussein; tras las falacias de Condolezza Rice, la humillante descalificación del trabajo realizado por jefe de los inspectores de la ONU; después de los embustes de Colin Powell, Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Javier Solana y Tony Blair, no ha habido hasta ahora el menor signo de arrepentimiento o excusa pública por los crímenes cometidos. Ni una sola palabra excusándose por las víctimas que originó la ilegal invasión, justificada en base a aquel colosal engaño.

Lo más increíble, es que ninguna magistratura, y aún menos la Corte Internacional de Justicia, principal órgano judicial de las Naciones Unidas, haya osado siquiera iniciar un proceso en toda regla contra los citados, y menos aún sentarles en el banquillo de los acusados, para quienes una condena a muerte sería poco. Puedo imaginar, sin temor a equivocarme, los gritos y llantos histéricos de Solana, Bush, Aznar o Blair ante un patíbulo, en tanto la imagen de Sadam, yendo a la muerte segura, desprendía una dignidad insólita y admirable, que los mentados jamás sospecharon. Todos ellos no deberían pender de una soga, como la que descoyuntó el cuello del mandatario, por culpa de los libelos e invenciones de aquellos delincuentes, pero sería maravilloso verles el resto de su vida en prisión, en una similar a la que sirvió de hogar hasta su muerte al nazi Rudolf Hess. Mas ningún juez, repito, ni uno sólo, en esta Europa que vocifera por los derechos humanos, se ha atrevido a iniciar un auto de procesamiento por crímenes contra la Humanidad, para juzgar a esa intocable banda de facinerosos, que animaron a las masacres de la antigua Yugoslavia o Irak. Ni Garzón, tan inútil como buen actor persiguiendo a Pinochet o los crímenes de Franco, ni sus colegas Grande Marlaska o Del Olmo, tienen arrestos suficientes, pero muchas disculpas, para intentar que la justicia universal (eso que dicen defender) prevalezca por encima de la mentira y el terrorismo de Estado.

¿Con qué autoridad moral, con qué atribución, pueden los medios de comunicación demandar un exquisito cumplimiento de los derechos humanos, a naciones que sufren invasiones o bloqueos, agresiones y terrorismo, mientras silencian las violaciones de esas mismas normas en los países que, para colmo, pisotean y arruinan los de media humanidad? ¿Con qué código ético acusan a China, Cuba, Corea del Norte, Bolivia, Ecuador o Venezuela, aquellos que ordenan y consienten asesinatos en masa o el genocidio de inocentes, cuyos gobiernos reniegan con toda lógica de esa maldita democracia que preside el primer mundo, manchado de sangre hasta el cuello?

Tamaño ejercicio de hipocresía, de descaro universal, que Obama y sus mamporreros (desde Berlusconi, Sarkozy y Uribe, al golpista Micheletti) tratan de vendernos, como si éste fuera una enseña de dignidad y justicia, cuando se sabe que no es sino otro de los mayores y bestiales trucos, bajo el que ocultan millones de muertos, eso sí, en nombre de la libertad. De la libertad para invadir, de la libertad para robar, de la libertad para saquear a las naciones débiles, de la libertad de los banqueros para endeudar a la sociedad, de la libertad de los empresarios para dejar en la calle a millones de obreros. La mentira se ha apoderado de todos los parlamentos del neoliberalismo. Los medios de comunicación juegan entonces a denunciar los supuestos abusos de gobiernos que no aceptan la receta neoliberal, jugando a la honestidad inundando sus páginas con casos de corrupción, con el único objetivo de hacernos creer que “todos los políticos son iguales”.

Si la constitución de Venezuela permitiera que Hugo Chávez pudiera delinquir, sin posibilidad de ser juzgado, como el Jefe del Estado español según la actual Carta Magna, los truenos de El País se escucharían en Marte.

Si Evo Morales invitara a su colega Lula, a pasar unos días en una de sus fincas, ofreciéndole champagne francés y putas de lujo, como hizo Berlusconi con su amigo checo, las voces de El Mundo clamarían hasta la afonía.

Si Rafael Correa detentara la titularidad de varias cadenas de televisión y algunos diarios, como el Cavaliere en Italia, los gacetilleros de La Vanguardia se cebarían en el mandatario ecuatoriano.

Si el nombre de Daniel Ortega hubiera ocupado el número 12 en la lista de narcotraficantes más buscados por el gobierno de los USA, como Álvaro Uribe lo es todavía en Colombia, las editoriales del ABC contra el nicaragüense serían apocalípticas.

Si en Cuba se ejecutara a más de 100 personas al año, en la silla eléctrica, cámara de gas o por inyección letal, como acontece desde hace lustros en la tierra de Barak Obama, los habituales juntaletras de El País (Muñoz Molina, Fernando González, Juan José Millas, Maruja Torres, Rosa Montero, Javier Pradera, Javier Marías, etc.) golpearían los teclados de sus ordenadores hasta romperlos.

Si en un diario boliviano se expulsara a un periodista, como se hace habitualmente en España, las páginas del Correo Español encabezarían una protesta mundial.

Esta democracia, que arruina a sus trabajadores, que les manda a la cola del INEM, que cercena su ilusión, que castra sus horizontes, que vacía sus bolsillos, nos ha robado también la verdad, la justicia, la libertad, y aún alza la voz, clamando por los derechos humanos, mientras permite que ayer domingo se celebraran unas falsas elecciones en Honduras, tras la ceremonia de la confusión oficiada por ese personaje llamado Óscar Arias, encaramado en la cumbre de la doblez y el disimulo, porque sabía (como Bush y Blair conocían de antemano la inexistencia del armamento iraquí), que Obama jamás presionaría para que Zelaya volviera a su puesto. Si Don Manuel hubiera hecho lo propio con Micheletti, a estas alturas la cabeza del golpista pendería de una horca. Los golpes de estado se toleran, si la asonada la protagoniza un reconocido fascista, pero nunca se consentiría que un revolucionario derribara un sistema democrático, expulsando del cargo presidencial a un político totalitario. El presidente de los USA practica ese mandamiento.

Arias, Obama, Micheletti, Berlusconi, Uribe, son inútiles hasta para mentir. Ponen cara de seriedad y reflexión, pero saben que nadie les cree, ya que tienen la certeza de que el mundo de la comunicación acepta la farsa como verdad incontestable. Presuntos demócratas como el multimillonario mexicano Carlos Slim, el australiano Robert Murdoch o el ibérico Juan Luis Cebrián, capitanes de la manipulación y el monopolio mediático, que detentan la titularidad de miles de empresas de comunicación, desde las que tan sólo se defiende una verdad, tan cierta como la inmortalidad del ser humano, blasonan de haberse colocado del lado de la justicia y las Constituciones, cuando hasta los ciegos, sordos y mudos saben que el sistema que les sostiene está podrido, por el continuado abuso de las mentiras más brutales.

Barak Obama defiende su pretendida democracia de rebajas como gato panza arriba, babeando en China para evitar el colapso del dólar, y pronto, antes de lo que muchos imaginan, permitirá que otro SIDA, otra gripe porcina, otra pandemia global, enriquezca a su industria farmacéutica, cuyos beneficios irán a parar a las cuentas corrientes de los colegas que se hallan al frente de las fábricas de armas, de las factorías de la muerte, para seguir provocando males, asesinando, y continuar creando enfermedades casi incurables, y vendernos su bondad en una cajita de Tamiflú, con un costo de sólo 200 dólares, sabedores de que existen ministras de sanidad, también falaces, paladines de la libertad de actuación de la Trilateral, para que los gobiernos amigos adquieran cuarenta millones de esas y otras dudosas vacunas, cuyo beneficio económico se repartirán más tarde entre fabricantes y compradores. Y si alguna voz denunciara la añagaza, ya fuere monja, periodista o alcalde, la maquinaria de la mentira se pondrá de nuevo en marcha, sembrando denuncias y acusaciones contra quienes no soportan más cuentos.

El "Pato" Donald Rumsfeld compelementa su trabajo entre la industria farmacéutica y ministerio de guerra de EEUU

Los artefactos para la salud y la muerte, en las mismas manos. Los jueces y fiscales, en una misma persona. La democracia y la dictadura, gobernando desde el mismo parlamento. Como híbridos de Tanatos y Esculapio, nos matan con sus armas, nos enferman con sus bacterias, nos venden los ataúdes y los medicamentos. Y cuando las cuentas de los poderosos se escriban en números rojos, habremos de entregarles más dinero, para que poco después vuelvan a dejarnos con el bolsillo tan vacío como el cerebro de un Borbón.

Luego se quejan de que existan personas que, apostando por la lucha armada, deciden arriesgar hasta la vida en nombre de la rabia y la impotencia, hartos de ese infame espectáculo democrático del que la televisión obtiene un enorme rédito, porque aunque estemos echando el hígado por la boca, nos quedará el consuelo de poder reírnos con los patéticos chistes de cientos de astutos profesionales de la estupidez.

En una escena memorable de la saga El Padrino, Michael Corleone observa como un joven cubano, al grito de “¡Viva la Revolución¡”, se inmola con una bomba, mientras se arroja al interior de un coche de policía, llevándose por delante a varios esbirros de Batista. Al referir el hecho a sus colegas de la Mafia americana que entonces dominaba Cuba, uno de ellos pregunta: ¿Qué quieres decir?, a lo que el heredero de Don Vito contesta: “Que podrían ganar”.

Y ante el gesto incrédulo de los contertulios, puso una guinda que no tiene desperdicio: “El muchacho que ha muerto, no cobraba ni un peso”.

http://www.viejoblues.com/Bitacora/carlos-tena


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