miércoles, 2 de diciembre de 2009

Érase una vez un mundo bajo el control del Pato Donald y Mickey Mouse...



El superatón tiene por misión exportar
la democracia y la libertad por el mundo



Mentiras asesinas

por Carlos Tena



Desde los tiempos de Felipe González, no he conocido una actuación política más falsa, rastrera, pusilánime y estúpida, que la que ha presidido el primer año del mandatario Barak Obama, jaleado hasta decir basta por incautos de mente corta y realismo nada mágico, desde Bruce Springsteen a Zapatero, pasando por un enorme número de inocentes yanquis, educados en los cuentos de gnomos y hadas, de Walt Disney o George W. Bush.


No quiere vivir por más tiempo en el mundo de Walt Disney

En 1983, aquel sevillano había prometido a la población un trabajo digno, que pudiera imaginarse a sí mismo como cualquier ciudadano europeo; contar con medios de comunicación públicos e independientes; combatir por lo público antes que por lo privado, o esgrimir aquel falso NO de entrada a la OTAN. Al cabo de tres meses de mandato, una vez que se postrara de hinojos ante el Borbón, todo lo anunciado se había convertido en una monumental mentira. Pero el rostro del ex falangista y abogado laboralista seguía luciendo su famosa y estúpida risotada, exacta a la que exhibió el genocida José María Aznar, mientras veía morir a miles de iraquíes, aniquilados por las bombas y balas del ejército de mercenarios de los EEUU de Norteamérica.

Tras conocerse las patrañas y falsedades que urdió todo el gobierno presidido por Bush II, cuando no se hallaba ni rastro alguno de las mil veces mentadas armas de destrucción masiva en poder de Sadam Hussein; tras las falacias de Condolezza Rice, la humillante descalificación del trabajo realizado por jefe de los inspectores de la ONU; después de los embustes de Colin Powell, Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Javier Solana y Tony Blair, no ha habido hasta ahora el menor signo de arrepentimiento o excusa pública por los crímenes cometidos. Ni una sola palabra excusándose por las víctimas que originó la ilegal invasión, justificada en base a aquel colosal engaño.

Lo más increíble, es que ninguna magistratura, y aún menos la Corte Internacional de Justicia, principal órgano judicial de las Naciones Unidas, haya osado siquiera iniciar un proceso en toda regla contra los citados, y menos aún sentarles en el banquillo de los acusados, para quienes una condena a muerte sería poco. Puedo imaginar, sin temor a equivocarme, los gritos y llantos histéricos de Solana, Bush, Aznar o Blair ante un patíbulo, en tanto la imagen de Sadam, yendo a la muerte segura, desprendía una dignidad insólita y admirable, que los mentados jamás sospecharon. Todos ellos no deberían pender de una soga, como la que descoyuntó el cuello del mandatario, por culpa de los libelos e invenciones de aquellos delincuentes, pero sería maravilloso verles el resto de su vida en prisión, en una similar a la que sirvió de hogar hasta su muerte al nazi Rudolf Hess. Mas ningún juez, repito, ni uno sólo, en esta Europa que vocifera por los derechos humanos, se ha atrevido a iniciar un auto de procesamiento por crímenes contra la Humanidad, para juzgar a esa intocable banda de facinerosos, que animaron a las masacres de la antigua Yugoslavia o Irak. Ni Garzón, tan inútil como buen actor persiguiendo a Pinochet o los crímenes de Franco, ni sus colegas Grande Marlaska o Del Olmo, tienen arrestos suficientes, pero muchas disculpas, para intentar que la justicia universal (eso que dicen defender) prevalezca por encima de la mentira y el terrorismo de Estado.

¿Con qué autoridad moral, con qué atribución, pueden los medios de comunicación demandar un exquisito cumplimiento de los derechos humanos, a naciones que sufren invasiones o bloqueos, agresiones y terrorismo, mientras silencian las violaciones de esas mismas normas en los países que, para colmo, pisotean y arruinan los de media humanidad? ¿Con qué código ético acusan a China, Cuba, Corea del Norte, Bolivia, Ecuador o Venezuela, aquellos que ordenan y consienten asesinatos en masa o el genocidio de inocentes, cuyos gobiernos reniegan con toda lógica de esa maldita democracia que preside el primer mundo, manchado de sangre hasta el cuello?

Tamaño ejercicio de hipocresía, de descaro universal, que Obama y sus mamporreros (desde Berlusconi, Sarkozy y Uribe, al golpista Micheletti) tratan de vendernos, como si éste fuera una enseña de dignidad y justicia, cuando se sabe que no es sino otro de los mayores y bestiales trucos, bajo el que ocultan millones de muertos, eso sí, en nombre de la libertad. De la libertad para invadir, de la libertad para robar, de la libertad para saquear a las naciones débiles, de la libertad de los banqueros para endeudar a la sociedad, de la libertad de los empresarios para dejar en la calle a millones de obreros. La mentira se ha apoderado de todos los parlamentos del neoliberalismo. Los medios de comunicación juegan entonces a denunciar los supuestos abusos de gobiernos que no aceptan la receta neoliberal, jugando a la honestidad inundando sus páginas con casos de corrupción, con el único objetivo de hacernos creer que “todos los políticos son iguales”.

Si la constitución de Venezuela permitiera que Hugo Chávez pudiera delinquir, sin posibilidad de ser juzgado, como el Jefe del Estado español según la actual Carta Magna, los truenos de El País se escucharían en Marte.

Si Evo Morales invitara a su colega Lula, a pasar unos días en una de sus fincas, ofreciéndole champagne francés y putas de lujo, como hizo Berlusconi con su amigo checo, las voces de El Mundo clamarían hasta la afonía.

Si Rafael Correa detentara la titularidad de varias cadenas de televisión y algunos diarios, como el Cavaliere en Italia, los gacetilleros de La Vanguardia se cebarían en el mandatario ecuatoriano.

Si el nombre de Daniel Ortega hubiera ocupado el número 12 en la lista de narcotraficantes más buscados por el gobierno de los USA, como Álvaro Uribe lo es todavía en Colombia, las editoriales del ABC contra el nicaragüense serían apocalípticas.

Si en Cuba se ejecutara a más de 100 personas al año, en la silla eléctrica, cámara de gas o por inyección letal, como acontece desde hace lustros en la tierra de Barak Obama, los habituales juntaletras de El País (Muñoz Molina, Fernando González, Juan José Millas, Maruja Torres, Rosa Montero, Javier Pradera, Javier Marías, etc.) golpearían los teclados de sus ordenadores hasta romperlos.

Si en un diario boliviano se expulsara a un periodista, como se hace habitualmente en España, las páginas del Correo Español encabezarían una protesta mundial.

Esta democracia, que arruina a sus trabajadores, que les manda a la cola del INEM, que cercena su ilusión, que castra sus horizontes, que vacía sus bolsillos, nos ha robado también la verdad, la justicia, la libertad, y aún alza la voz, clamando por los derechos humanos, mientras permite que ayer domingo se celebraran unas falsas elecciones en Honduras, tras la ceremonia de la confusión oficiada por ese personaje llamado Óscar Arias, encaramado en la cumbre de la doblez y el disimulo, porque sabía (como Bush y Blair conocían de antemano la inexistencia del armamento iraquí), que Obama jamás presionaría para que Zelaya volviera a su puesto. Si Don Manuel hubiera hecho lo propio con Micheletti, a estas alturas la cabeza del golpista pendería de una horca. Los golpes de estado se toleran, si la asonada la protagoniza un reconocido fascista, pero nunca se consentiría que un revolucionario derribara un sistema democrático, expulsando del cargo presidencial a un político totalitario. El presidente de los USA practica ese mandamiento.

Arias, Obama, Micheletti, Berlusconi, Uribe, son inútiles hasta para mentir. Ponen cara de seriedad y reflexión, pero saben que nadie les cree, ya que tienen la certeza de que el mundo de la comunicación acepta la farsa como verdad incontestable. Presuntos demócratas como el multimillonario mexicano Carlos Slim, el australiano Robert Murdoch o el ibérico Juan Luis Cebrián, capitanes de la manipulación y el monopolio mediático, que detentan la titularidad de miles de empresas de comunicación, desde las que tan sólo se defiende una verdad, tan cierta como la inmortalidad del ser humano, blasonan de haberse colocado del lado de la justicia y las Constituciones, cuando hasta los ciegos, sordos y mudos saben que el sistema que les sostiene está podrido, por el continuado abuso de las mentiras más brutales.

Barak Obama defiende su pretendida democracia de rebajas como gato panza arriba, babeando en China para evitar el colapso del dólar, y pronto, antes de lo que muchos imaginan, permitirá que otro SIDA, otra gripe porcina, otra pandemia global, enriquezca a su industria farmacéutica, cuyos beneficios irán a parar a las cuentas corrientes de los colegas que se hallan al frente de las fábricas de armas, de las factorías de la muerte, para seguir provocando males, asesinando, y continuar creando enfermedades casi incurables, y vendernos su bondad en una cajita de Tamiflú, con un costo de sólo 200 dólares, sabedores de que existen ministras de sanidad, también falaces, paladines de la libertad de actuación de la Trilateral, para que los gobiernos amigos adquieran cuarenta millones de esas y otras dudosas vacunas, cuyo beneficio económico se repartirán más tarde entre fabricantes y compradores. Y si alguna voz denunciara la añagaza, ya fuere monja, periodista o alcalde, la maquinaria de la mentira se pondrá de nuevo en marcha, sembrando denuncias y acusaciones contra quienes no soportan más cuentos.

El "Pato" Donald Rumsfeld compelementa su trabajo entre la industria farmacéutica y ministerio de guerra de EEUU

Los artefactos para la salud y la muerte, en las mismas manos. Los jueces y fiscales, en una misma persona. La democracia y la dictadura, gobernando desde el mismo parlamento. Como híbridos de Tanatos y Esculapio, nos matan con sus armas, nos enferman con sus bacterias, nos venden los ataúdes y los medicamentos. Y cuando las cuentas de los poderosos se escriban en números rojos, habremos de entregarles más dinero, para que poco después vuelvan a dejarnos con el bolsillo tan vacío como el cerebro de un Borbón.

Luego se quejan de que existan personas que, apostando por la lucha armada, deciden arriesgar hasta la vida en nombre de la rabia y la impotencia, hartos de ese infame espectáculo democrático del que la televisión obtiene un enorme rédito, porque aunque estemos echando el hígado por la boca, nos quedará el consuelo de poder reírnos con los patéticos chistes de cientos de astutos profesionales de la estupidez.

En una escena memorable de la saga El Padrino, Michael Corleone observa como un joven cubano, al grito de “¡Viva la Revolución¡”, se inmola con una bomba, mientras se arroja al interior de un coche de policía, llevándose por delante a varios esbirros de Batista. Al referir el hecho a sus colegas de la Mafia americana que entonces dominaba Cuba, uno de ellos pregunta: ¿Qué quieres decir?, a lo que el heredero de Don Vito contesta: “Que podrían ganar”.

Y ante el gesto incrédulo de los contertulios, puso una guinda que no tiene desperdicio: “El muchacho que ha muerto, no cobraba ni un peso”.

http://www.viejoblues.com/Bitacora/carlos-tena

No hay comentarios:


Estadisticas gratis